NUEVA YORK._ El padre Ricardo Fajardo, párroco de la iglesia Espíritu Santo en El Bronx, cuyo templo sigue impactado por el coronavirus después que 20 feligreses murieron dijo que la pandemia no fue enviada por Dios para castigar a los humanos por los males de la sociedad.
NUEVA
YORK._ El padre Ricardo Fajardo párroco de la iglesia Espíritu Santo en El
Bronx dice que la pandemia no fue enviada por Dios y habla sobre los estragos
en su feligresía. (Foto Miguel Cruz Tejada).
Fajardo, que ha convertido también la iglesia en la avenida University en El Bronx en un centro comunitario donde se repartieron cientos de raciones de comida y se hacen pruebas PCR de COVID-19, señaló que la pandemia es resultado de la naturaleza y se muestra en desacuerdo con que el virus fue incubado en China como señala una de las teorías de la conspiración.
“No
soy científico, de esta pandemia no se sabe el origen hasta hoy día, pero Dios
nos ha creado felices para que convivamos con hermanos, con el libre albedrío y
para que actuemos en base al bien, pero desgraciadamente nuestra naturaleza se
inclina por el mal, pero Dios no castiga a nadie, amonesta que es distinto”,
señaló.
“Ven
y sígueme, vete en paz y no peques más”, dijo que dice Dios. “No podemos decir
que fue Dios que mandó la pandemia como castigo o amonestación, desde el origen
de la humanidad ha habido grandes pandemias”.
Rechazó
otra de las teorías, una de las cuales dice que el coronavirus fue encubado en
China para aniquilar media humanidad porque los humanos sobran en el planeta.
“No,
el mismo hombre se va a aniquilando en el planeta por su ambición, el poco
conocimiento de nosotros mismos, de la vida y su responsabilidad. Todo esto es
parte de un surgimiento de la misma naturaleza. ¿Y quién tiene control de la
naturaleza?”.
Añadió
que “ni Dios tiene control de la naturaleza porque ha creado la vida física y
la vida natural y todas las cosas tienen su determinación, pero el mal no puede
prevalecer, esta pandemia va a desaparecer, la muerte va a desparecer no dice
La Biblia, cuando todo llegue a su plenitud”.
Agregó
que el ser humano tiene que tratarse de amarse, comprenderse y ser más
solidario cada día más.
“Todo
ese cumulo de bien es lo que va a llenar la vida de felicidad, pero mientras el
hombre esté disociado de lo que uno ama y espera en práctica real, viviendo en
un mundo obsesivo, problemático y sicológico porque la tecnología nos ha
envuelto y estamos convirtiéndonos en máquinas y robots, entretenidos en
cosas”, añadió el cura.
Dijo
que la pandemia le ha permitido escribir dos libros, “Tras el ocaso, la
aurora”, que habla de la identidad dominicana y “Memoria de la locura: realidad
y ficción” que expone que la locura es lo que cambia el mundo y produce las
transformaciones.
Estragos
de COVID en la parroquia
El
cura también habló sobre los estragos de la pandemia que mató a 20 de sus
feligreses.
“Esta
pandemia y su crisis ha afectado grandemente a nuestras comunidades latinas
desprovistas de ayuda, soporte y dinero”, añadió.
“En
nuestra iglesia se murieron muchísimas gentes. Oía esas ambulancias recogiendo
los muertos y es indescriptible. Fueron
más de 20 feligreses y a todos los conocía de cerca, pero lo peor es que no
podía ir a los hospitales, funerarias ni los cementerios”, explicó el
sacerdote.
“Así,
como en esta iglesia, en otras hay que contar 10, 15 más, la comunidad latina
sufrió mucho y eso se nota todavía en mucha gente anciana que no han podido
volver a la iglesia porque tienen que quedarse en sus casas”, dijo.
“Es
por miedo, más del 60% no ha regresado a las misas, por
que solo podemos
mantener un 33% por las restricciones de la pandemia. En tiempo regular venían
alrededor de 2,000 feligreses en todas las misas desde los sábados, pero ahora
por el distanciamiento no llegan ni a las 250 personas”, reveló.
También
se redujo drásticamente el diezmo y las donaciones económicas, aunque la
iglesia de Fajardo recibió ayuda del estado pero ya no califica para ello.
“Nos
sacaron de la lista porque ya las iglesias están abiertas aunque sea
parcialmente lo que ha reducido enormemente la colecta, antes teníamos 600 en
una misa y hora, contamos con algo más de 100”, señaló.
“Ha
habido una reducción de más del 90%, también en los sacramentos y el catecismo,
que se están haciendo virtual y no tenemos nada presencial”, expresó.
“Nuestros
muertos que cayeron en el pico de la pandemia entre marzo, abril y mayo
tuvieron que ser quemados. Fue terrible, la gente tenía miedo de hasta hablar
para decir que alguien estaba contagiado, lo triste es que no pude acompañar a
esos muertos”, agregó.
Dijo
que esa situación le produjo un gran sentimiento de impotencia, angustia y
tristeza al no poder acompañar a una familia ante el dolor de la muerte para
darle soporte espiritual y ayuda emocional.
“Pero
gracias a Dios, la gente va entendiendo más cuidándose del virus y
protegiéndose y asistiendo a las misas”, dijo.
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