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RESUMEN



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Dominicanas relatan cómo fueron violadas en cárcel federal de Brooklyn mientras esperaban deportación



NUEVA YORK._ Tres dominicanas y dos centroamericanas, que fueron violadas varias veces por carceleros, mientras estaban presas en la cárcel federal de Brooklyn, esperando ser deportadas a la República Dominicana, relataron en entrevistas con el New York Times, cómo fueron sexualmente abusadas por los oficiales, entre ellos el dominicano Armando Moronta.


NUEVA YORK._ Las ex reclusas Gladys Sánchez Loqui y Catherine Hurtado, relatan cómo fueron violadas en la cárcel federal de Brooklyn, mientras esperaban la deportación. (Fotos Alejo Reinoso y Greg Miller / NY Times)

Hasta ahora, ninguna de las tres mujeres criollas han sido identificadas por las autoridades en respeto al protocolo que se establece en estos casos, y sólo figuran en las investigaciones con los nombres anónimos de “Joan Doe”, pero la ecuatoriana Gladys Sánchez Loqui y Catherine Hurtado, decidieron salir a luz para dar sus testimonios como parte de las denuncias contra los abusos contra las presas, que según reportes, son recurrentes en el Centro Metropolitano de Corrección (MDC) de Brooklyn, donde también estuvo preso el capo dominicano Quirino Ernesto Paulino Castillo y está recluido El Chapo Guzmán.

Además de Moronta, el teniente Carlos Richard Martínez y el Sargento Eugenio Pérez, participaron múltiples veces en las violaciones sexuales a las reclusas.

Ellas lograron salir de la prisión, después de estallar el escándalo y serán testigos estrellas en el caso, por lo que se cree que no serían deportadas, aunque recientemente hay casos en los que la ICE ha detenido y deportado a otros testigos, aún sin récords judiciales en los Estados Unidos.

La situación de las tres dominicanas, fue asumida por el Departamento Legal del Consulado General Dominicano, que las ayudó con representación jurídica y pagó la fianza de $12.000 dólares de una de ellas.

Las mujeres dijeron al New York Times que les llamaba la atención el gran interés que ponían los oficiales en que ellas y otras internas, trabajaran en labores de limpieza en las oficinas de los agentes, durante las noches.

Veían como otras encarceladas, regresaban al área de sus celdas con los cubos y los trapeadores secos, una muestra de que todo se trataba de una farsa de los oficiales, para encubrir le realidad de los abusos.

Estos fueron indicios de lo que se convertiría en una de las mayores investigaciones de agresión sexual que ahora enfrenta la Oficina Federal de Prisiones en una década. 

El caso se hizo público en mayo, cuando los tres oficiales hispanos, asignados al MDC fueron arrestados por cargos de abuso sexual de media docena de reclusas. 

Las presuntas agresiones se llevaban a cabo a menudo por la noche cuando se ordenaba a las reclusas que abandonaran sus celdas para limpiar otras partes del centro de detención, conocido como el MDC

Mientras que la mayoría de los asaltos citados en las acusaciones ocurrieron en 2016, los fiscales han sugerido que el patrón pudo haber comenzado años antes. En un reciente archivo judicial, los fiscales revelaron que una reclusa había dicho al FBI en 1995 que uno de los dos tenientes acusados ​​en mayo, la había violado mientras estaba en servicio de limpieza, pero no fue acusado en esa ocasión.

Las mujeres que han sido encarceladas en el MDC señalaron una sorprendente dinámica de género que, según ellas, contribuye a la probabilidad de asalto sexual. Durante el turno de la noche a la mañana, un dormitorio entero de mujeres fue supervisado a veces por un solo oficial masculino, que a veces a su vez, era supervisado por un teniente varón, dijeron las internas.

"Sólo estaban buscando problemas", dijo Hurtado, una ex reclusa que fue violada en 2007 por un ex guardia del MDC que había regresado a trabajar allí como consejero y que más tarde fue condenado por el crimen. "En medio de la noche, eran sólo hombres", añadió la mujer.

Las mujeres entrevistadas señalaron que a las reclusas a menudo se les asignaba tareas de limpieza en medio por las noches. 

Se debe a que la cárcel tiene una abrumadora mayoría de hombres, y de los 1.800 presos, las mujeres son entre unas pocas docenas a más de 150. 

Para minimizar el contacto entre reclusos masculinos y femeninos, el personal correccional tendía a dejar a las mujeres salir de sus dormitorios Para tareas de limpieza en horas impares cuando los hombres estaban encerrados en sus unidades. 

Esto llevó a que las reclusas estuvieran solas, o en grupos pequeños, con oficiales masculinos durante las horas más tranquilas de la cárcel, según los registros y entrevistas de la corte.

"Llegar a alguien para hacer la limpieza después de horas, cuando todas deberíamos haber estado seguras en nuestras celdas”, no era normal", dijo la señora Ramona Brant, que era una reclusa en el MDC.

Varias mujeres encarceladas en el MDC dijeron que algunos oficiales correccionales hicieron poco para ocultar su interés sexual hacia ciertas reclusas.

Sánchez, describió en una declaración de 2013 cómo en medio de la noche ella escuchaba los pasos que se aproximaban. "Salté de la cama", dijo Sánchez después de que una vez se despertó con un guardia de la cárcel tocando sus senos. 

Otra reclusa dijo que no era infrecuente que ciertas presas pudieran compartir la pizza o las alas de pollos que los guardias correccionales pedían para ellos en los restaurantes cercanos, y esa comida era percibida como una recompensa por tener relaciones sexuales con los oficiales. 

Los fiscales creen que la comida y el sexo estaban vinculados, señalando que un oficial correccional ordenó comida a un restaurante para él y dos presas identificadas anónimamente como Jane Doe # 1 y Jane Doe # 2, la misma noche que ambas tuvieron sexo oral en el carcelero federal.

Otras mujeres dijeron que parecía que algunas de las reclusas estaban tratando de iniciar el contacto sexual con los oficiales correccionales, por razones de soledad y explotación. 

Según la ley federal, es un crimen, el que los guardias de las cárceles del Gobierno, correccionales tengan relaciones sexuales con las presas federales, aunque ellas estén de acuerdo con ello. 

Al acusar a los dos tenientes, los fiscales dijeron que a veces usaban la fuerza física o su poder administrativo para coaccionar a las mujeres para que proporcionaran sexo.

Martínez, es acusado de aplastar y violar a una presa dominicana, que había sido asignada para limpiar la oficina de los tenientes, una de las pocas partes de la cárcel que está fuera del alcance de las 600 cámaras de vigilancia de la cárcel. 

Él violó a la dominicana, que estaba presa por narcotráfico en varias ocasiones, dijeron los fiscales, incluida una última vez, antes de que terminara su sentencia y la entregaran a las autoridades de inmigración para su deportación a la República Dominicana.

El teniente Martínez, que está detenido en una cárcel federal de Nueva Jersey, se declaró inocente. 

Su esposa dijo en una entrevista que creía que la dominicana había inventado las acusaciones para permanecer en el país porque iba a ser deportada.

En las presentaciones de la corte, los fiscales han dicho que el teniente Martínez fue acusado de violar a una reclusa en 1995, pero nunca fue acusado en ese caso.

El teniente Pérez, es acusado de abusar sexualmente de cuatro reclusas en 2016 y de intentar abusar sexualmente de otras en 2013. Las mujeres informaron que los asaltos ocurrieron mientras limpiaban el área de oficinas de los tenientes. 

Poco antes de abusar sexualmente de una reclusa, el teniente Pérez le recordó cómo la había salvado al ordenar su liberación temprana del aislamiento, dicen los fiscales.

El teniente Pérez se ha declarado inocente. Varias reclusas describieron a Pérez como saliente, con un comportamiento que algunas consideran amistoso, y otras inapropiado. 

A veces les decía a las reclusas que "cuando salgamos, todos vamos a pasar el rato", recordó Sánchez, la ex reclusa, hablando por teléfono desde Ecuador con el New York Times.

Recordó un extraño encuentro: el teniente Pérez, entonces oficial más joven, le había pedido que le presentara a otra presa, que una mujer dominicana.

-¿Para qué?, le preguntó Sánchez.

-Sólo quiero hablar con ella, le respondió el oficial.



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